Según
Weber la ética protestante produjo el
gran florecimiento económico de las naciones en que se profesaba dicha
confesión. Por una afinidad electiva, la acumulación y la ascética permitieron
el éxito económico. En nuestros tiempos es difícil encontrar sociedades, de la
escala que sea, que conjuguen dichas
características.
La
caducidad (programada y percibida) de las cosas, los constantes avances
tecnológicos y el marketing, orientan al
consumo compulsivo.
China se
presenta como una nación que, en cierto sentido, representa la austeridad de
antaño[1]
pero ¿esto va a cambiar?
Las
autoridades chinas están empeñadas en aumentar el consumo interno[2] y,
como en tantas otras cosas, sabemos dónde esto comienza, pero no sabemos dónde
termina.
Ahora bien,
plantear el conflicto en términos weberianos, es decir, de disputa por la
distribución del ingreso, hace perder de vista algunos aspectos relevantes para
entender la naturaleza de los conflictos sociales.
Volviendo
a China, los obreros tienen jornadas laborales de 72 horas semanales[3],
situación que contrasta con las menos de 40 horas que se trabajan en gran parte
de Europa, pero que puede compararse con las 45 horas de un trabajador
santiaguino si se añaden entre 2 y 4 horas de viaje en el trayecto
hogar-trabajo-hogar (además de las horas extraordinarias).
A lo
anterior hay que sumar el carácter rutinario de muchos oficios, en los que la
creatividad se asfixia bajo protocolos de calidad, seguridad, inocuidad, entre
otros, que transformar el trabajo en castigo, esto sin mencionar la
fungibilidad del trabajador.
La
felicidad en el siglo 21 parece reducida al consumo, pero es evidente que las
cosas no colman el corazón del ser humano. El stress, el insomnio y los “vicios
sociales” no reconocen clase. La angustia de vivir en un mundo competitivo,
muchas veces insensible con los menos dotados, para muchos es mayor a cualquier
recompensa económica. La intrascendencia y el consumismo son notas características
de la sociedad actual ¿No constituyen circunstancias alienantes?
Por
supuesto que la respuesta admite muchos matices. El Derecho Laboral, por
ejemplo, se esfuerza por contener el oscuro objeto del contrato de trabajo, reconociendo
que es imposible separar al trabajador de las energías que pone a disposición
de su empleador, y que la asimetría de la relación abre campo a la negociación
colectiva.
Con todo,
en gran parte del planeta, en que la sociedad civil no juega un rol activo y
las élites gobernantes son relativamente homogéneas, la población padece el
desprecio de los poderosos y la indiferencia de sus dirigentes.
[1] “Llama la atención el hecho de que el
índice de ahorro personal en China equivale al 50% del PIB, un porcentaje muy
alto. Hsu afirma que China “tiene una cultura en que las personas son
extremadamente frugales. Son personas que han pasado por tiempos difíciles,
empezando por la Revolución Cultural (bajo Mao TseTung) ocurrida en la última
generación. http://www.wharton.universia.net/index.cfm?fa=viewArticle&id=1256&specialId=92
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